Idea que con tenaz persistencia asalta nuestra mente.
En muchos casos, estas ideas que nos asaltan nos impiden actuar o seguir con nuestra vida normal y es ahí cuando podríamos pensar... ¿y si tengo una obsesión? En este caso y desde sexo de guardia, nos centraremos en la obsesión por el sexo.
Cuando los pensamientos o las prácticas sexuales impiden que nos relacionemos o trabajemos con normalidad, ahí ya podemos sospechar que quizá si tenemos un pequeño problema. Por supuesto, el deseo sexual varía mucho de una persona a otra y no se puede juzgar simplemente por las ganas. Se debe ir más allá y valorar si sus ganas quedan satisfechas y puede, consecuentemente, llevar una vida sana y normal.
También hay que destacar dos vertientes de esta obsesión: la mental (obsesión puramente dicha) y la física (que se suele relacionar con esa sensación de compulsión - las ganas irrefrenables de algo). Por tradición se asocia la primera a las mujeres y la segunda a los hombres pero sin duda es ya una asociación algo anticuada porque en los tiempos que corren, pese a no ser una enfermedad muy extendida, se puede sufrir cualquiera de los 2 casos sin tener en cuenta el género de cada uno.
La obsesión y compulsión suele generar conductas que realmente no satisfacen a uno pero que se realizan porque creemos que lo necesitamos. Si no se realizan, se genera ansiedad y es una sensación que se desea evitar a toda costa.
¿Puede tratarse esta obsesión?
Por supuesto, y además hay terapeutas expertos que pueden ayudar con una buena guía y tras varias sesiones sin ser imprescindible tomar medicación. Lo importante es valorar si nuestra relación con la sexualidad es un problema y así dirigirnos al profesional de la salud más adecuado.
Por supuesto, hay que tener claro que disfrutar del sexo y querer practicarlo es algo bueno. Lo negativo llega cuando ese único pensamiento nubla todo lo demás.
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